martes, agosto 29, 2006


UN NIÑO GORDO, ¿ES UN NIÑO SANO?

También es válida otra pregunta: un niño gordo, ¿es un niño feliz?. Ante estas dos interrogantes, lo primero que podemos señalar es que estos conceptos están pasados de moda y ahora los padres, aconsejados por el pediatra, tienen un rol primordial en la prevención de la obesidad de sus hijos. La mayoría de los niños presenta una obesidad simple cuya causa es un desbalance entre sus requerimientos físicos y lo que come. Son raros los casos de enfermedad secundaria debida a otra condición como hipotiroidismo, genopatía... Un concepto importante, por el contrario, es que cada organismo tiene requerimientos diferentes, es decir, no todos los niños necesitan comer la misma cantidad. Desconocerlo, en algunos casos, puede fomentar la obesidad. Otra premisa destacada es que no podemos medir nuestro cariño para con el niño por el estómago. No tanta alegría porque se lo comió todo, ni tampoco ofrecimiento de golosinas porque está llorando.

El número de obsesos aumenta día a día. Hay una influencia indesmentible de todos los medios de comunicación que fomentan diversos consumos de alimentos con gran cantidad de calorías y poco valor nutritivo. Existen cuatro circunstancias fundamentales que nos inducen a preocuparnos seriamente del problema de la obesidad y su prevención. En primer lugar, están los probados riesgos biológicos para un menor obeso, expresados en un deterioro y acortamiento de la vida adulta por diabetes, hipertensión o enfermedades coronarias. Existen, asimismo, evidencias concretas de que la obesidad se gesta en la infancia, por lo que el papel del pediatra es crucial. También hay que tomar en cuenta lo difícil y desilusionante que resulta en la actualidad -aunque la propaganda diga lo contrario- un eficaz tratamiento contra la obesidad. Por último, esta patología ha aumentado de manera alarmante en nuestro medio.
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